“Los que no pueden recordar el pasado están condenados a repetirlo”, escribió el filósofo hispanoamericano Jorge Santayana ADVERTENCIA. Este sitio utiliza cookies, si lo usas aceptas estar de acuerdo con el uso de estos por parte de blogger. Sitio para descarga de publicaciones: http://revista-atalaya.ml/index.html
jueves, 6 de septiembre de 2018
A mí Padre
AÑO 126 n.s. (nuevo sistema) AÑO 2152 e.c. (era común)
A MI PADRE:
Hola, me llamo Africa, ya ni recuerdo los años que tengo debido a que aquí en el nuevo sistema los años no cuentan. Pero aproximadamente me debí de quedar sobre los treinta o treinta y cinco años. Con el tiempo según vayan viniendo “ los resucitados” (todavía quedan algunos), llegará un momento en el que todos tendremos la misma edad, y ¿sabéis que?. Entre algunas de las cosas que hecho de menos de este nuevo sistema sin duda son los abuelos, con sus caritas llenas de arrugas que delataban todo lo que habían vivido. No entiendo por qué se nos ha privado de esa estupenda variedad de edades que había en el viejo mundo. Éramos niños, jóvenes y mayores. Para mí era divertido y gratificante hablar con los que en aquella época llamábamos “gente mayor”, que aunque tenían sus “achaques” nos enseñaban muchas cosas buenas. Ahora con esto de la “perfección” y con un cerebro al 100x100 de su rendimiento no son muchas las cosas que podemos aprender ya. Y si queremos aprender algo lo hacemos muy rápido. No sé, supongo que será bueno ya que nuestro Señor en su día así lo dispuso para nosotros.
Bueno no me quiero “liar” mucho. Antes recuerdo que se decía “enrollar”, (¡Todavía recuedo algunas expresiones del viejo mundo!). Además todos estos pensamientos que tengo quedarán memorizados en mi cabeza. Ya casí no escribimos. No nos hace falta. De todas formas tampoco me gustaría hacerlo, puede que “alguien” lo lea y no me gustaría ser castigada por ello. Aunque no me remuerde mucho la conciencia me da la impresión de que quizá no este bien. De todas formas dicen que nuestro Señor puede leer nuestros pensamientos. Yo no estoy muy segura de ello. Lo digo por qué es muy posible que a “El” no le gusten mucho las cosas que pienso y además justo cuando se cumpla el año 1000 n.s. nuestro señor volverá a liberar “al maligno”. Tengo mucho miedo a ese día. Y entonces habrá otro juicio en el que según dicen la gente que se ponga de su lado morirá por siempre jamás. Todavía no acabo de entender por qué “El” lo volverá a soltar de nuevo, aunque dicen que es para reivindicar su Soberanía. ¿Pero porqué? ¿Por qué siempre nuestro Señor ha tenido que reivindicar su Soberania a costa del sufrimiento humano?.
Y también hay otra cosa que pienso sobre los resucitados. No ha sido todo como imaginaba, ha venido a la vida mucha gente que conocía, amigos y familiares, pero no sé como explicarlo, todos ellos me parecen diferentes a como lo eran antes. Físicamente son iguales y en cuanto a su forma de ser también. Pero me da la impresión como si sobreactuaran. No sé, pero es en el fondo de sus ojos, sus miradas. Siempre he tenido la impresión de ser cómo si nos vigilaran. Muy en el fondo noto que no son ellos. No sé, a lo mejor es una obsesión mía, pero los “resucitados” no me gustan.
Y es precisamente por eso, por lo qué creo que siempre ha sido mejor que mi Padre (se llamaba Antonio, de eso si que me acuerdo bién), no resucitara. El ya fue juzgado. Lo digo por qué en el fondo siempre tuve la esperanza de que nuestro Señor lo tuviera en su memoria. Yo no sé si el fue malo. Recuerdo que siempre cuestionaba y dudaba de todo, y por ello no tuvo otra oportunidad. De todas formas aunque ya me cuesta mucho trabajo recordar su cara, sus facciones, si que recuerdo su mirada como si la estuviera viendo ahora mismo. Siempre estuvo allí cuando lo necesité, apoyándome en todo, comprendiéndome, y aunque a su manera, siempre ayudándome. Además aunque no hablamos de ello (va en contra de “la ley” hablar sobre “los juzgados” ), se que mi hermana piensa lo mismo. No me preguntéis porqué, es solo intuición. En ocasiones cuando estamos solas nos miramos durante un rato, en silencio. Estoy convencida de que en ese preciso instante ella también esta pensando en él. Mi hermana siempre ha tenido el don de decir con sus ojos mucho más de lo que se imagina.
Os voy a contar mi último día en la e.c.:
En realidad, pienso que como la mayoría de aquella época, teníamos dudas “razonables” sobre si sería verdad el tan “blandido” día del juicio final, el llamado Armagedón. Pues resultó ser que sí. Pero nunca como yo me lo había imaginado:
Recuerdo que aquél día estábamos todos o casi todos (incluido mi Padre) en un gran recinto. Creo que lo llamábamos “salón de asambleas” o algo parecido. Según nos dijeron a lo largo de todo el mundo se fueron reuniendo todos los llamados Testigos cristianos de Jehová. Éramos muchos en aquel gran salón. Quizás 3000 personas o más. Hombres, mujeres y niños. Y en las últimas reuniones se nos fue diciendo que dejáramos todo y acudiéramos lo antes posible a los salones provistos de todo el alimento y agua posibles.
Pasaron una semana, dos… Ya empezábamos a tener problemas con el agua y con los alimentos, sobre todo por los niños, había muchos. A la tercera semana uno de los llamados en aquella época ancianos subió a la plataforma y creo recordar que estaba algo demacrado y sin afeitar. Era joven y su flequillo despeinado le tapaba algo la cara. Pero no por ello dejé de advertir en su oscura mirada pánico, auténtico pánico. Miedo en estado puro.
Carraspeó, y con voz temblorosa pasó a decir:
¡Hermanos!
El día a llegado. Por fín ha llegado. La sala quedó sumida en un tenso silencio. No se oía absolutamente nada. Ni un llanto, ni un murmullo. Nada. Y continuó: (Solo recuerdo el inicio)… “Por qué como dijo nuestro señor: Muchos serán los hallados, pero pocos los elegidos…” …Habrá dos mujeres moliendo en el mismo molino, una será tomada y otra dejada… Y así siguió durante un rato repasando pasajes de la Biblia que por cierto, no auguraban nada bueno…
(Y el final):… “Solo vosotros hermanos, en vuestro interior, sabreís si sois dignos de permanecer aquí. Si no es así por favor, abandonad este recinto ya que no es para vosotros la salvación…”.
El silencio volvió a reinar de nuevo. Todos nos mirábamos unos a otros casi conteniendo la respiración. Hasta que a nuestra espalda se oyó un grito ahogado.
Un hombre de mediana edad se levantó y cubriéndose el rostro con sus manos estalló en un ahogado sollozo. Al cabo de unos minutos se fundió en un intenso abrazo con una mujer que otros dos hermanos tuvieron que retirarle a la fuerza. Seguidamente se encaminó hacia la puerta principal de salida del salón y permaneció inmóvil frente a ella. Esta escena se repitió durante dos interminables horas. Al final calculo que habría alrededor de casi 1000 personas. Todas ellas inmóviles frente a la puerta principal. Como esperando a que algo sucediera… Y sucedió.
De repente la gran puerta se abrió con estrépito, como azotada por un fuerte viento,lo que ocasionó que el grupo retrocediera algunos metros hacia atrás… (Todos enfrascados cada uno en sus pensamientos, ni siquiera habiamos advertido que todo sonido exterior hace un tiempo que habia desaparecido…) Nunca antes pensé que el “último dia” seria tan aterradoramente silencioso.
Entre aquel grupo estaba mi Padre. Ya un hombre mayor y debíl. Aunque al mirarle le recordé por un momento joven y fuerte montado en aquellos cacharros que tanto le gustaban. Poco a poco fueron saliendo perdiéndose en una especie de intensa y blanquecina niebla. Ningún grito se oyó. Ningún lamento .Una hermana ya mayor gritó eufórica: “¡Que inmenso es el amor de nuestro señor Dios Jehová. Les da la oportunidad a los pecadores de irse sin tan siquiera sufrir por sus pecados!
Mi Padre como uno más se encaminó hacia la puerta no sin antes mirarnos. Y aunque en su intento de sonreír en lo que quedó fue como una absurda mueca. Ví sus ojos. Su mirada aún intensa, vidriosa y ya cansada (esforzándose por no llorar) me decía: "Hija, te quiero con toda mi alma. Haz siempre lo que dicte tu corazón. Y por favor, nunca jamás me olvides."
Una vez que atravesó el umbral de la puerta me escapé de los brazos de mi Madre y mí hermana y corrí hacia él en donde alguien me retuvo fuertemente impidiéndole salir afuera. Entre lágrimas pude ver como se paró durante un instante y se dió la vuelta para mirarme antes de perderse en esa maldita niebla. Y entonces me mandó un saludo con la mano ( ya sabéis, ese típico saludo que se hace con la palma de la mano abierta como queriendo cogerme). ¿Y sabéis que hizo? Por última vez hizo aquello que tanto me gustaba y con lo que nos reíamos tanto imitando el andar de un oso de no recuerdo que película. Y hasta me pareció oírle mientras se alejaba “tararear” aquella canción: “El plátano, es sensacional tan fácil y rico de pelar…na, na, na, na, na, na, na, na, na ,na… ¡Así era mi Padre!
Aquella, fue la última vez que le vi.
Compartido y elaborado por Antonio Vallejo.
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